Con mi hermano y primos en la Feria de Mérida, años 50 siglo pasado.
La mejor fórmula de acordarse de lo que uno
vive a lo largo de los años es contemplar una imagen. Rápidamente te viene a la
memoria lo que hay en la foto y la asocias a su entorno.
La foto que vamos a ver y comentar hoy es de la feria de Mérida, Extremadura, España. La fecha, poco más de los años 50 del siglo pasado. Tendría unos 6 o 7 años. Máximo 8. Habíamos ido mi hermano y yo desde la estación de ferrocarril de Proserpina, que es donde vivíamos por aquel entonces, a pasar la tarde a la feria de septiembre de Mérida, que en aquellos tiempos se situaba en la Rambla Santa Eulalia, muy cerca del Parque López de Ayala.
Habíamos quedado con nuestros primos, que venían de los pueblos de La Garrovilla y Esparragalejo. Nosotros, mi hermano y yo, como decía antes, veníamos en tren desde Proserpina. En la foto, estamos de izquierda a derecha, arriba, mi primo Diego (fallecido recientemente DEP) y su hermana, mi prima Vicenta. Abajo, en primer lugar, yo, a continuación, en el centro, mi primo José María y por último, a la derecha, mi hermano Juan.
Después de hacernos la foto, de las pocas que tengo recuerdos de esa época, es de darnos una vuelta por la feria, especialmente para comernos algunas chucherías, un trozo de turrón de Castuera y un cucurucho de camarones muy salados y por supuesto montarnos en los caballitos. De poco más me acuerdo. Esta otra foto da fe de ello.
Montando en los Caballitos en la feria de Mérida. Años 50 del siglo pasado
Pero recuerdo el entorno de la foto y me vienen a la memoria varia historias de aquella época o quizás, algún año después. Por ejemplo, recuerdo que una tarde mi padre me llevó al cine Trajano (Actual teatro) a ver una película de Joselito, creo que era “El pequeño Ruiseñor” que se estrenó en 1954. Los niños de entonces éramos de Joselito o de Marisol, de guerrero del Antifaz o de Roberto Alcázar y Pedrín. O de todos a la vez.
El día de la película de Joselito, una vez que finalizo, nos encaminamos a la estación de ferrocarril de Mérida y allí estuvimos unas horas hasta que cogimos un tren para Proserpina. Y en la estación me ocurrieron cosas extraordinarias, resultado de las cuales lo pase muy mal. Resulta que viviendo y estando en el campo de Proserpina yo tenía claro que había un Sol y una Luna y me encuentro de golpe y porrazo que, en Mérida, desde los andenes de la estación, se ven al menos 8 o 10 lunas y todas llenas.
Dolor de cabeza tenia de tanto pensar, pero no dije nada para no pecar de inculto, pero al otro día, nada más levantarme, le pregunte a mi padre el porqué de esa diferencia y su contestación me lo aclaro todo. Lo de Mérida no eran lunas, eran luces muy altas que alumbraban las playas de vías de la estación.
Viendo las fotos, me viene a la memoria otra anécdota, que me ocurrió siendo algo más mayor, en el Teatro Cine Alcazaba, de reciente inauguración por aquel entonces. Ya serían los primeros años de los 60. Íbamos mi primo Paco Llanos que EPD y yo a ver una película de sesión continua. Era por la tarde y entramos a oscuras y sin acomodador. Subimos sin luces y en los primeros asientos libres que pudimos nos sentamos. Nada más sentarnos comenzamos a pensar que vaya mierda de cine, tan nuevo y tal y vaya asientos tan duros e incómodos tiene, con lo bien que vemos el cine de verano en mi pueblo (Esparrágalejo), que nos llevamos las sillas de casa.
Cuando ya llevamos allí un ratito y nos acostumbramos a la oscuridad del cine Alcazaba nos dimos cuenta de nuestro error, nos habíamos sentado en los escalones de las escaleras del cine. En fin, cosas veredes amigo Sancho, que me hacen recordar mi infancia extremeña.
Francisco Naranjo Llanos, director Fundación Abogados de Atocha y sindicalista de CCOO.
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