23 de febrero de 2023, aniversario del 23F. A 42 años vista, -toda una vida- nos parece increíble lo que pasó aquel 23 de febrero de 1981 (23F para la historia), pero ahí está esa nefasta fecha para el recuerdo y sobre todo para que nos sirva de experiencia para que no ocurra nunca jamás. Estos son mis vivencias de aquel día, negro día, que un grupo de militares quiso secuestrar la incipiente democracia en España. Solo habían pasado poco más de cinco años que había muerto el dictador Francisco Franco.
Estaba en la estación del Norte de Madrid, la de Madrid
Príncipe Pio, lugar donde la representación sindical de RENFE tenía ubicado el
Comité Intercentros de la compañía ferroviaria. Con otro compañero del Comité,
Santiago Rueda, fui a tomar un café a “Casa Germán”, una pequeña y cutre
cafetería que aún se mantenía en esa estación y ya estaba de boca en boca la
noticia: ¡Se está produciendo un Golpe de Estado en el Congreso de los Diputados!
Y así era: El golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 en
España, más conocido como 23F, fue un intento fallido de golpe de Estado
perpetrado por algunos mandos militares, pero que nos puso un nudo en la
garganta durante más de 24 horas a muchos de los que estábamos luchando por la
libertad y la democracia en nuestro país en aquellas fechas de incipiente
transición democrática.
Los episodios centrales fueron el asalto al Congreso de los
Diputados por un numeroso grupo de guardias civiles, unos doscientos, a cuyo
mando se encontraba el teniente coronel Antonio Tejero Molina, durante la
sesión de votación para la investidura del candidato a la presidencia del
Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo, en sustitución de Adolfo Suarez Gonzalez, de
Unión de Centro Democrático, (UCD) y la ocupación militar de la ciudad de
Valencia en virtud del estado de excepción proclamado por el capitán general de
la III Región Militar Jaime Milans del Bosch
A las seis de la tarde empieza la votación nominal para la
investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno. A las 18:22
horas, cuando iba a emitir su voto el diputado socialista Manuel Núñez Encabo,
un grupo de guardias civiles, subfusil en mano, irrumpió en el hemiciclo
encabezados por el teniente coronel Antonio Tejero que grita desde la tribuna:
¡Quieto todo el mundo!, dando la orden de que todos se tirasen al suelo.
Como vicepresidente del Gobierno, el teniente general
Manuel Gutiérrez Mellado se levantó, se dirigió al teniente coronel Tejero y le
ordenó que se pusiera firme y le entregase el arma. Tras un brevísimo forcejeo
y para reafirmar su orden, Tejero efectuó un disparo que fue seguido por unas
ráfagas de los subfusiles de los asaltantes. Sin inmutarse, con los brazos en
jarras, Gutiérrez Mellado permaneció indiferente al sonido de las armas.
Mientras, los diputados obedecían las órdenes de Tejero, excepto Santiago
Carrillo y el presidente del Gobierno Adolfo Suárez, que se mantuvieron
sentados en sus escaños…
En fin, continuo: Eran algo más de las seis y media de la
tarde de aquel negro 23 de febrero y esto es lo que estaba pasando en el
Congreso. Yo me encontraba en la estación del Norte de Madrid. Lugar donde la
representación sindical tenía ubicado el Comité Intercentros de RENFE.
Estábamos en reuniones sindicales en los locales del Comité.
Y como comentaba antes, con un compañero del Comité de
Empresa fui a tomar un café a “Casa Germán”, una pequeña cafetería al lado del
antiguo Economato de Príncipe Pío y ya estaba de boca en boca la noticia: ¡Se
está produciendo un Golpe de Estado en el Congreso de los Diputados! Germán
puso la TV y los que estábamos allí aun pudimos ver unos minutos en directo lo
que estaba pasando en el hemiciclo: unos sonidos y unas imágenes nada
tranquilizadoras, que te ponían un nudo en la garganta y una desazón por todo
el cuerpo.
A partir de las siete de la tarde, casi no recuerdo más,
quizás algo de música militar y una antigua película, pero en esos momentos me
preocupaba más que mi compañera y mis hijos, entonces de 8 y 4 años, que habían
salido de compras por el centro de Madrid no llegaban… y encima cada vez que
pasábamos por las puertas de la comisaría de la estación sentíamos como los
policías estaban cada vez más nerviosos.
Al fin sobre las ocho de la noche llego mi familia.
Vivíamos en Alcorcón, un pueblo de las afueras de Madrid y corrían rumores de
que estaban cortadas las carreteras, así que sin dudarlo nos fuimos en casa del
compañero Santiago Rueda en Madrid que vivía en el Paseo de Extremadura a
continuar escuchando las emisoras de radio y ver la Tele. Santi: ¿te acuerdas?
Serian algo más de las diez de la noche cuando sonó el
teléfono de la casa de mi amigo y nos comentó:
-Ha llamado Manolo Fernandez Aller y dice que el Partido
-se refiere al PCE- ha decidido que hay que ir a concentrarse a las puertas del
Congreso de los Diputados.
- ¿Pero porque y para qué?
-No sé, pero si lo dice el Partido, así que será por algo.
-Eso sí, ahí tienes razón, si lo dice el Partido, no hay
más que hablar. Vámonos.
Mi amigo vivía en un tercero sin ascensor. Dejamos a los
niños con mi compañera Isabel en la casa de la calle Paseo de Extremadura, nos
pusimos los abrigos y comenzamos a bajar las escaleras. Ya estábamos casi en la
puerta de la calle cuando mi compañera nos grita:
-Que ha llamado el otro Manolo (Manolo Cachan) y dice que
hay contraorden: que el Partido dice ahora que no hace falta ir al Congreso.
-Y por qué?
-Pues porque va a ser, dice mi compañero Santi: Porque lo
dice el Partido, te parece poco.
-Vale si el Partido lo dice, no hay más que discutir.
Y en el piso del Paseo de Extremadura nos quedamos hasta
que hablo el Rey. Después de la comparecencia del Rey Juan Carlos I en TVE
consideramos que el golpe estaba controlado y decidimos irnos a dormir a nuestro
domicilio, como decía antes, a un pueblo a las afueras de Madrid. (Alcorcón).
Así que cogimos el automóvil y llegamos a casa sobre las dos de la madrugada.
Pero para nosotros las sorpresas a lo largo día –ya las
tantas de la noche- no habían acabado. No llevamos ni cinco minutos en la casa
y sonó repetidamente el timbre del telefonillo del portal. Contestamos con más
nervios de lo habitual. Era una vecina de urbanización que al ver luz en el
piso quería hablar con nosotros con urgencia, especialmente conmigo.
La hicimos pasar para ver que ocurría con la vecina y sus
urgencias. Se llamaba señora Anastasia. Con unas llaves en las manos, con gran
ansiedad y muy nerviosa, me insistía una y otra vez:
-Por favor Francisco, coge estas llaves y vete a un piso
vacío que tengo en Cuatro Caminos en Madrid. Yo viví los años posteriores a la
guerra en el bando de los vencidos y se lo que pasa en estos casos.
(Recordar aquí que su marido fue uno de los muchos
represaliados por el franquismo en el ferrocarril).
No acepte su propuesta y me quede con mi compañera y mis
hijos en la casa, pero le agradecí de corazón su solidario gesto.
Aun hoy al escribir esto y recordar esa anécdota se me
humedecen los ojos, pensando en aquella señora: Nerviosa, preocupada por mí,
con las llaves en la mano. La recuerdo enlutada, encorvada, pequeña y con unos
ojos y una mirada que lo decían todo. Hace muchos años que no se nada de ella,
pero me temo que por la edad que tenía por entonces ya hará tiempo que no
estará con nosotros
Ahora en la distancia quiero decirle alto y claro para que
me oiga: GRACIAS SEÑORA ANASTASIA por su compromiso y su solidaridad. Este
donde este, mi familia y yo siempre la recordaremos con cariño.
Al día siguiente, 24 febrero, sobre las diez de la mañana,
conjuntamente con un grupo de representantes sindicales de RENFE presentamos a
la Dirección de la compañía una comunicación condenando el golpe de estado y
convocando un paro laboral en el ferrocarril para las 12,00 h del medio día.
Tres días después -el 27 de febrero de 1981- se realizaba en Madrid una de las
más grandes manifestaciones que recuerdo: “por la libertad, la democracia y la
constitución” convocada por las organizaciones sociales, políticas y
sindicales. Más adelante, se conoció que, si el intento de golpe militar del
23F se hubiese consolidado, la ultraderecha había elaborado listas negras para
su eliminación física en cada una de las provincias españolas. Pero eso ya es
otra historia.
Francisco Naranjo Llanos, director Fundación
Abogados de Atocha y sindicalista de CCOO
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