su filosofía de la libertad
fue ganar la suya sin atar a otros
y sobre los otros no pasar jamás ).
"Callejero" de Alberto Cortez
Hace calor. Los niños llevan varios días en casa,
cuando a esas horas deberían estar en clase. Toda la familia está nerviosa.
Pronto nos iremos de vacaciones. Se nota en el ambiente. De vez en cuando
algunos gritos denotan ese nerviosismo y también las ganas de irse.
Esta mañana me despiertan más temprano de lo
habitual, casi de noche. Veo el coche cargado hasta los topes. Nos vamos de
vacaciones. Me colocan en el asiento de atrás. Tengo ganas de hacer
"pipí" pero me resisto, ya tendré tiempo. Los niños van a mi lado
pero no me dicen nada. Tampoco me han dicho dónde vamos, pero presiento que a
la playa, como el año pasado. Enfilamos la carretera general. Después de una
hora de camino, el coche se para. Irán a llenar el depósito de gasolina,
presumo.
Me hacen bajar. Aprovecharé para hacer mis
necesidades fisiológicas. Me acerco a un árbol que está a unos metros de la
carretera. Haré "pipí" rápidamente, antes de que me digan que tengo
que volver a montarme. Vuelvo enseguida.
No veo el coche, ni ninguna gasolinera. Estará
detrás de la curva de la carretera. Correré un poco. No veo a nadie, ni
siquiera se ve ningún edificio cercano. Esperaré un rato en el arcén. Volverán
enseguida. Estoy convencido.
Ha pasado una hora y no vienen. Iré andando
despacio por el borde de la carretera hasta que los encuentre. No estarán
lejos. Se abran despistado pero volverán a por mí.
Continúo sin verlos. Qué calor. Los coches y
camiones hacen un ruido infernal pasando a toda velocidad. No para ninguno. De
pronto escucho un golpe seco. Estoy en la cuneta de la carretera. No puedo
moverme. Los coches los escucho pero muy a lo lejos. Estoy empapándome de un
líquido. Será sudor por este calor tan sofocante.
Éstos no acaban de venir. Se ha hecho de noche.
No oigo ningún ruido. No importa, sé que volverán pues siempre me han querido,
sobre todo cuando era pequeño y les hacía tanta gracia. Todo eran mimos.
No han vuelto, pero sé que no me han olvidado,
estoy convencido. El líquido era sangre. Seguro que ellos no me han abandonado
como a otros colegas míos. Siempre he confiado en ellos. Volverán, seguro, pero
a lo mejor no me encuentran al estar en la cuneta, lejos de la carretera.
Si no vuelven es porque se habrán despistado,
alguna vez me han regañado, pero ellos me quieren, estoy seguro. Siempre me han
dicho que los perros somos amigos de los hombres y sobre todo defensores de los
niños.
Me quedo profundamente dormido, quizás me muera,
pero lo hago feliz, pues sé que me quieren ya que soy de la familia. No tengo
ninguna duda de que no me han abandonado. Muy pronto volverán a por mí. Estoy
seguro.
Ronteky