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LEMA DE ESTA BLOG: ... hay un rayo de sol en la lucha que siempre deja la sombra vencida. (Miguel Hernández)

JOSE MARIA LAMA Y “LOS CARRILES DE LA VIDA”


He presentado mi libro Los carriles de la vida”, en una veintena de lugares de la geografía española, incluida Extremadura, mi lugar de origen y en todos ellos las personas que me han acompañado han estado esplendidas en sus intervenciones. De verdad verdadera, que en prácticamente en todos esos lugares en que he estado me he emocionado por sus palabras, pero quiero reconocer a este presentador de excepción con el que sin tener una gran amistad con él, ha sido de las personas que mas ha profundizado en mi libro y por ello quiero a través de esta entrada de blog, dar a conocer su intervención en ZAFRA, cuando en 2019 presente el libro en la librería La Industrial, una librería que tiene una gran sensibilidad, a la hora de presentar libros gracias a Sergio y Bea. En este evento también participo “Candelo”, presidente de la Fundación Cultura y Estudios de CCOO de Extremadura y Beatriz Blanco, de la librería La Industrial. ademas de José Maria Lama, “Historiador, escritor y empresario, una mezcla heavy”, como él mismo se denomina, y autor de esta, para excelente presentación.  (Paco Naranjo, autor de este blog)

Quiero empezar esta breve presentación del libro Los carriles de la vida, de Paco Naranjo, agradeciendo a Bea y a Sergio que hayan convertido La Industrial en un espacio más de difusión y diálogo cultural en Zafra. Gracias a ellos, a la iniciativa de alguna otra librería, y a la sana competencia entre ambas, Zafra vive una nueva fase de su historia de promoción cultural.

Hasta el siglo XIX los lugares donde se hablaba de cultura en Zafra estaban casi siempre vinculados a la Iglesia. A finales de ese siglo y comienzos del siguiente se diversificaron los espacios de cultura, pero, tras el retroceso franquista, volvimos a lo eclesial durante cuarenta años, salvo por algunas casas particulares ―como la del doctor Navlet― donde se mantenían tertulias o reuniones en torno a los libros y a la cultura. A partir del último tercio del siglo pasado, del siglo XX, comenzó a hablarse de cultura de nuevo en espacios públicos: en el centro de Educación Permanente de Adultos ―gracias a Benito, a Angelines, a Toni―, en la biblioteca ―gracias a Javier Carretero―, en los colegios, en el instituto ―gracias a Abel Manuel, a Mari Carmen, a Luciano…― en la casa de la cultura…

Experiencia de actos culturales en lugares privados ya la teníamos por los cines, donde a finales de los setenta se celebraban los cine-forum que organizaba el Centro Cultural “El Castellar” o desde los ochenta, por el Parador y su magnífica capilla, templo de la cultura para la gente de Zafra, pero faltaba convertir en espacios culturales no solo los espacios privados sino los comerciales, y eso viene haciéndose hace pocos años gracias, como digo, a empresarios como Bea y Sergio. En esta época de tanto “evento” virtual se agradece que se amplíe el número de los lugares reales donde nos podamos ver las caras en torno a los libros. Más aún si, además, como aquí, también nos rodean.

Nos hemos reunido para hablar del libro de un sindicalista. Y por tanto juntamos dos de las preocupaciones que muchos de quienes estamos aquí tenemos desde siempre: los afanes, las luchas, de la clase trabajadora y los empeños e ideales ―esa mezcla de belleza y verdad― del mundo de la cultura y de la literatura. Si a esto añadimos que el libro de este sindicalista aborda algunos de los hechos más significativos de nuestra historia política reciente, disponemos de una buena oportunidad esta noche para ejercer ciudadanía.

Vivir consiste en construir futuros recuerdos”. Esa es la frase de Ernesto Sábato que Paco coloca al comienzo de este libro y que expresa bien la voluntad de memoria y de vida que plasma en él. Y es que estamos ante un libro, en cierto modo, de memorias.

Hace poco comentaba por escrito la fama que hemos tenido en España de escribir poco género autobiográfico, pocas memorias. Decía José Ortega y Gasset que los españoles no escribimos autobiografías porque concebimos la vida como un permanente dolor de muelas, frente a otros europeos que sí sienten placer por lo pasado.

El caso es que, si alguna vez fue cierta esa sospecha, hoy no es más que un tópico. Tras la muerte de Franco fue notable el incremento bibliográfico en España de la llamada “literatura del yo”: autobiografías, memorias, diarios, epistolarios... Ese género exige libertad, y esa libertad ya se había recobrado, pero también exige que haya singularidad en lo que se relata. Y la Guerra Civil había convertido de golpe en dramáticamente singulares las vidas de muchas personas anónimas. Por eso, muchos españoles, muchas españolas, se decidieron a contar, como ya habían hecho los exiliados, sus vivencias personales sobre ese “hachazo histórico” de la guerra y la posguerra.

Pero si fue singularmente traumática la pérdida de las libertades por la guerra y la dictadura, también fue singular, aunque más gozosa, su recuperación durante la transición. Y esa nueva excepcionalidad en la historia del país ha sido también caldo de cultivo para el género autobiográfico.

Sería prolijo citar nombres, pero los escritores y los políticos han sido los principales autores de estos textos, aunque el auge de lo autobiográfico no es atribuible sólo a las celebridades. No es necesaria la fama o la notoriedad máxima para contar y publicar lo vivido. Hay mucha memoria ciudadana, mucho modesto relato de individuos sin notoriedad pública en la última bibliografía memorística española. Y debería haber más.

Libertad, singularidad histórica y memoria ciudadana. Esa es la triada que conforma parte del reciente género autobiográfico español y, sin duda, es la que sirve para explicar este libro, “Los carriles de la vida”, de Paco Naranjo, aunque él no sea precisamente un individuo anónimo.

Paco Naranjo ha vivido la mayor parte de su vida en Madrid, pero es natural de Esparragalejo, donde nació hace casi setenta y tres años. En vez de traerlo la cigüeña en el pico, como nos pasó a todos, a él lo encontraron -―según le dijeron― debajo de las traviesas de las vías del tren. Y es que vivió en una familia ferroviaria, se formó en Mérida como oficial industrial e ingresó a los 18 años en RENFE, de donde se jubiló hace nueve.

Desde 1976 está vinculado a Comisiones Obreras, donde ha ejercido diversas funciones como la secretaría del Comité Intercentros de RENFE y la comunicación del sindicato en el sector ferroviario y en el conjunto de las Comisiones de Madrid. En la solapa de este libro se enumeran sus responsabilidades en el ámbito de la comunicación y los nombres de las publicaciones que ha coordinado: Carril, órgano de información del sindicato ferroviario; FTC, revista de la Federación de Transportes y Comunicaciones; Unidad Obrera y Madrid Sindical, de CCOO de Madrid.

Es, por tanto, y por este orden, ferroviario, sindicalista y hombre del mundo de la comunicación. A la comunicación ha dedicado además algún libro “La comunicación sociolaboral”, con varias ediciones, creo que la primera del año 2000. También es autor de “Ronteky, Crónicas desde el gueto”, de 2006, y ha participado de forma colectiva en otras publicaciones.

Precedidos de un prólogo de Cristina Almeida y de un preámbulo del propio autor, el libro “Los carriles de la vida” lo integran 61 textos que, aunque capítulos en él, fueron concebidos y escritos diferenciadamente y publicados con anterioridad por separado en el blog del autor, y aquí se muestran sin orden cronológico.

Los carriles de la vida de Paco Naranjo se apoyan en personas y en hechos. Esas son las traviesas de su vida, como las de todos, pero él las convierte también en traviesas de esta obra. Y es que contrariamente a lo que podría pensarse en un libro de memorias, la mayoría de los textos los dedica el autor a otras personas, no a sí mismo. Paco reconstruye su memoria a través del recuerdo de otros, de la memoria de los otros, del homenaje a los otros. Es posible que este rasgo del libro sea deudor de su origen (textos que se han publicado por primera vez en un blog como homenaje a distintas personas), pero en cualquier caso es un rasgo de carácter.

29 son los textos de este tipo, prácticamente la mitad del libro. De ellos, un quinto son de personajes públicos de primera notoriedad a los que Paco ha conocido (como Rafael Alberti, Dolores Ibarruri, Marcelino Camacho Juan Genovés, Marcos Ana, Antonio Gutiérrez o Agustín García Calvo) o a quienes, sin conocer, ha admirado (como Miguel Hernández o Federico García Lorca). El resto son menos conocidos, aunque la mayoría jugaron un importante papel durante la transición política o en el sindicato (Pepe Alonso, senador y sindicalista; Fernando Soto Martín, uno de los obreros detenidos por el proceso 1001; Pedro Patiño, asesinado por un guardia civil en 1971; el activista vecinal Paco Caño; los sindicalistas Maxi Díaz y Alfredo García; el abogado laboralista Antonio Montesinos o el dirigente de Comisiones Obreras Javier Lopez).

Muy significativas dentro de este grupo son las mujeres: Carmen Rodríguez Campoamor, compañera de Simón Sánchez Montero; Elvira Sánchez Llopis, secretaria de mujer de CCOO de Madrid y vicepresidenta de la Fundación 1º de mayo; la trabajadora ferroviaria María Jesús Álvarez García; la metalúrgica, sindicalista y periodista Pilar Blanco Villarroel, a quien dedica dos textos, o Lucrecia Pérez, víctima en 1992 de un crimen racista, a quien también le escribe dos de los capítulos de este libro. La relevancia de las mujeres se enfatiza al dedicarles un capítulo con el título de “Las costaleras de la democracia”, que simboliza en dos de ellas, en dos Josefina (Manresa, viuda de Miguel Hernández, y Samper, de Marcelino Camacho), el papel de las mujeres en la historia reciente del país.

Estos textos de homenaje y recuerdo a otras personas se cierran con los de carácter más familiar: Dolores, una corita ―natural del pueblo de Feria― que fue su suegra; su madre, Catalina, y su padre, Pepe.

Las traviesas que simbolizan las otras personas se completan, más o menos mitad y mitad, con las traviesas que marcan los sucesos, los acontecimientos vividos. También aquí hay acontecimientos históricos, conocidos, y personales, íntimos, de menor relevancia pública, pero que marcan igualmente la vida del autor. Entre los primeros, entre los históricos, el aniversario de la sublevación de 1936, el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, la huelga general del 14 de diciembre de 1988, los atentados de Atocha del 11 de marzo de 2004, la acampada en el Paseo de la Castellana en 2013 de los trabajadores y trabajadoras de SINTEL, los ocho de marzo… El acontecimiento al que más referencias hay en el libro es el asesinato de los abogados de Atocha el 24 de enero de 1977. No solo es que Paco sea actualmente el director de la Fundación Abogados de Atocha. Es que esos hechos han marcado la memoria de toda la izquierda española en el último medio siglo.

La memoria de Paco se enhebra también a partir de sus vivencias en hechos más personales, relacionados con la infancia, con su familia o con el trabajo. Y en ellos nos cuenta algunas de sus actividades sindicales en Comisiones Obreras, la participación en los desgarradores debates del Partido Comunista a mediados de los ochenta o la campaña en las Elecciones Europeas de 1987, donde fue candidato por IU.

Además de los textos históricos, autobiográficos y de homenaje (que son, como he dicho, casi todos los del libro), hay unos pocos textos más literarios. El autor los denomina cuentos. Creo que son tres: “Vacaciones rotas”, “Dolores se llama Lola” y “A Londres, pack completo: cuarenta mil pesetas”. En ellos, Paco se convierte en narrador que deja la primera persona autobiográfica y adopta un punto de vista más literario, omnisciente, aunque curiosamente sea para tratar temas cercanos, sociales: el abandono de los animales, las penurias de los emigrantes o el aborto.

El libro, que está lleno de las referencias literarias y musicales que forman el universo de gustos y aficiones del autor (Miguel Hernández, Lorca, Victor Manuel, Luis Pastor, Lole y Manuel…), se complementa con un magnífico cuadernillo de 80 fotografías en color que ilustran algunos de los hechos relatados y las personas mencionadas.

Los carriles de la vida es una buena muestra de esa literatura autobiográfica, honesta, modesta y sencilla, de escritura limpia, casi conversacional, que tan necesaria es para completar, mediante la intrahistoria, el relato de la historia. Paco Naranjo sitúa en el preámbulo de este libro una frase de Miguel de Unamuno sobre la intrahistoria:

La historia ―decía Unamuno― es el ruido de las grandes olas de un océano, su superficie aparatosa y espectacular, mientras que la Intrahistoria serían las profundas y tranquilas aguas del océano”.

Prefiero el símil ferroviario. Así, podríamos decir que, si en Los carriles de la vida las traviesas que unen los raíles han sido ―como dijimos― las personas conocidas y los hechos vividos, la intrahistoria es el balasto de la vía, esa grava menuda que sustenta traviesas y carriles por debajo del ruido de las locomotoras de las crónicas oficiales”.

Zafra, 13 de abril de 2019, Jose Maria Lama, historiador y escritor.

P.D.- Este libro lo podeis adquirir pinchando aqui: Casa del Libro


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