El
24 de enero de cada año se recuerda y conmemora el aniversario de los
"Abogados de Atocha", esos mártires de la libertad que fueron
vilmente asesinados el 24 de enero de 1977 en Atocha 55, Madrid.
Como
es conocido ese día un grupo de pistoleros de extrema derecha
irrumpieron en el despacho de los abogados laboralistas de CCOO y del PCE
situado en el número 55 de la calle Atocha en Madrid y ametrallaron a las nueve
personas presentes. Fallecieron los abogados, Javier Sauquillo, Javier Benavides,
Enrique Valdelvira, Serafín Holgado y el sindicalista Ángel Rodríguez Leal.
Resultaron gravemente heridos Alejandro Ruiz Huertas, Mª Dolores González, Luís
Ramos y Miguel Sarabia.
Lo
dicho anteriormente es conocido por todos aquellos que hayan profundizado en
la historia de este país, pero yo había cogido la pluma hoy para hablar de cómo
vivimos algunos esos días tan borrascosos para el estado español.
El
atentado fascista venía precedido por la huelga en el transporte interurbano,
la muerte el 23 de enero, del estudiante Arturo Ruiz por disparos de los
guerrilleros de Cristo Rey y el fallecimiento de Mari Luz Nájera por
impacto de un bote de humo de la policía, -“los grises” les llamábamos- el 24
de enero. Ese mismo día, 24 de enero, por la noche, un grupo
de pistoleros perpetra la que fue llamada durante muchos años La Matanza
de Atocha.
Teniendo
en cuenta que el que esto escribe, en aquellos momentos era un joven
sindicalista de RENFE y conocía el despacho de abogados de Atocha así como a
algunos compañeros del transporte que se reunían allí, viví aquellos sucesos
con enorme intensidad y porque no decirlo con miedo. En esas fechas mis
dos hijos tenían cuatro años uno y menos de seis meses el otro.
Recuerdo
que al día siguiente, el 25 de enero, mantuvimos una reunión en la estación de
Príncipe Pió del denominado “Pleno de Representantes Ferroviarios”,
organismo unitario de los trabajadores de RENFE, -una representación
asamblearia- al margen del Sindicato Vertical franquista.
En
aquella reunión, después de mucho debate, siempre teníamos horas
de debate, además de condenar el atentado y convocar huelga en el
ferrocarril para el día siguiente, elegimos a dos compañeros para que comprasen
unas coronas y las llevasen donde pudieran, pues en esos momentos ni siquiera
se sabía si iba a haber ceremonia y entierro público. Uno de los nominados era yo
mismo.
Al
día siguiente, 26 de enero, -día del entierro- compramos las coronas cerca
de donde nos reunimos, al lado de la estación del
Norte. Íbamos en el coche de mi compañero, pero como Madrid no
estaba para ir en coche, muy pronto lo aparcamos y cargamos con las coronas.
Una cada uno por las calles de Madrid y aunque no mirábamos mucho, creo que la
gente nos miraba un poco raro, hasta que llegamos a la calle de Alcalá-Gran
Vía, donde ya había otras personas que hacían lo mismo que nosotros.
Jamás he tenido tanto tiempo una corona de flores en las manos. Más de dos
horas y no exagero nada.
"El silencio dolía más que los disparos. Los claveles fluían como
un manto de sangre”.
Aquel entierro, (la imagen adjunta es de aquel día en la plaza de Colon), seguramente ha sido la manifestación más multitudinaria conocida en España aún hoy en día, manifestación que colapso la ciudad entera. No sé quien dijo sobre la manifestación: "El silencio dolía más que los disparos. Los claveles fluían como un manto de sangre”. Para mí ha sido la más impresionante y emotiva que he asistido en mí vida, aquellos miles y miles de hombres y mujeres, aquélla tensión contenida, aquel silencio, solo roto con algunas vivas a los muertos y por el canto de la internacional, (ya en el cementerio) fue algo que el pueblo de Madrid, el país entero, nunca olvidara.
Después, muchos años después, conocí personalmente a los, sobrevivientes de aquel atentado criminal: Lola González, Miguel Sarabia, Luis Ramos y Alejandro Ruiz-Huerta. (En los últimos años se nos han ido Luis, Miguel y Lola). Estas cuatro personas, conjuntamente con los cuatro abogados y un sindicalista asesinados por los fascistas, son y continuaran siendo, iconos de la lucha por la libertad y por la democracia en nuestro país.
No
quiero finalizar estos breve apuntes a un hecho histórico, sin recordar también
que a partir de aquella fecha, todas las manifestaciones que
discurren por la calle Atocha, -una calle madrileña muy céntrica- al pasar a la
altura del número 55, con un nudo en la garganta, siempre gritamos con
el puño en alto:
!!Atocha,
hermanos, no os olvidamos!!
Ver vídeo: Documental:
"LOS ABOGADOS DE LA DEMOCRACIA" deTino Calabuig
"LOS ABOGADOS DE LA DEMOCRACIA" deTino Calabuig
RONTEKY
Emotivo homenaje a los compañeros de Atocha 55. Yo también tengo escrito el mio que publicaré mañana.
ResponderEliminarTe he copiado el enlace al video.
Un abrazo.
Salud, República y Socialismo
Lejos de lo que muchos creen, los sindicalistas de CCOO, se han forjado a sangre y fuego. Hoy es difícil ser sindicalista, te dan demasiados golpes morales, pero al menos no te juegas la vida, al menos por el momento.
ResponderEliminarAquellos compañeros muertos, los heridos, son parte nuestros héroes, que bajo las inmensas nubes de humo, de los negros cigarrillos, cubrían de argumentos jurídicos, cada expediente en defensa de los trabajadores, que se atrevían a reclamar sus derechos.
Ronteky, cuando uno te va conociendo un poquillo mas, crece la admiración por gente como tu y aquellos, que hoy peináis canas blancas desde el mismo lado de la trinchera.
Me parece exelente el homenaje que le han realizado a las compañeros de Antocha
ResponderEliminarJusto es que se sepa la historia y nada como saberla de primera mano, me emocionaste por saber del sufrir de todos aquellos que vivisteis este asesinato en su día, y justo es que cada año se les haga EL HOMENAJE. Gracias Ronteky. Un abrazo
ResponderEliminarQue dìa tan doloroso, cuanto sufrimiento, cuanta pena...
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ResponderEliminarnuestro recuerdo
Me encanta el artículo¡¡¡ yo en esos días trabajaba con un agente de propiedad industrial, Oficinas y despachos, y estudiaba COU, por las noches. No conseguí ver llena la plaza de Colón porque no nos podíamos mover de la plaza de las salesas con gente. Un camarada de mi barrio, Miguelin abria la manifestación con la hoz y el martillo de claveles, la consigna silencio absoluto y no dejar actuar a provocadores. Aún recuerdo la cara de mi abogado Antonio Doblas en primera página de El Pais al dia siguiente... esos días nos marcaron para siempre ¡¡¡
Estas son las cosas que yo llevo en mi mochila hasta que muera, no como los desgraciados que han llegado como parásitos haciéndose dueño de los trabajos que tanta lucha y cárcel les costo a tantas personas que ellos no les llegan ni a la suela de sus zapatos, y si alguien se da por aludido es por algo.
ResponderEliminarAun recuerdo la cita que tenia una semana despues en dicho despacho y como seguian con sus metralletas los guardias.Fue Sartorios quien nos recogio para llevarnos a otro lugar.Imoresionaba aun el lugar.
ResponderEliminarEn Atocha 49 dos compañeros trabajabamos distribuyendo en la prensa las informaciones de las luchas de las empresas que nos pasaba CCOO. Aquel día salimos de trabajar poco antes del atentado en el 55. Como sabéis era el mismo despacho con dos locales. Con todos ellos comentábamos las causas para ver si conseguíamos publicar algo. Fue demasiado terrible como para que no dejara una huella imborrable. Los abogados laboralistas siempre fueron y siguen siendo compañeros esenciales en la lucha de los trabajadores. Poco tiempo antes iban de carcel en carcel peleando por los presos. Gracias a todos ellos por ese enorme esfuerzo, Los compañeros de Atocha fueron asesinados y nuestra memoria no dejará nunca de darles vida.
ResponderEliminarLeer estas vivencias me emocionan y a la vez me hielan la sangre, Fue un crimen, un crimen perpetrado por criminales al servicio de los oligarcas fascistas y el mejor homenaje que debemos hacerle a esos mártires es recordarlos y recordarnos que la lucha continua porque los fascistas, la oligarquía y los monstruos capitalistas a diferencia de aquellos sindicalistas hoy estos monstruos están vivos y encima más activos.
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