He
presentado mi libro “Los
carriles de la vida”,
en
una
veintena de
lugares de la geografía española, incluida Extremadura, mi lugar de
origen y
en
todos ellos las personas que me han acompañado han estado
esplendidas en sus intervenciones. De verdad verdadera, que en
prácticamente en todos esos
lugares en que he estado me he emocionado por
sus palabras,
pero quiero reconocer a este presentador de excepción con el que sin
tener una gran amistad con él, ha sido de las personas que mas ha
profundizado en mi libro y por ello quiero a través
de esta entrada de blog, dar a conocer su intervención en ZAFRA,
cuando en
2019 presente
el libro en la librería La
Industrial,
una librería que tiene
una gran sensibilidad,
a la hora de presentar libros gracias
a Sergio y Bea.
En
este evento
también
participo
“Candelo”, presidente de la Fundación Cultura y Estudios de CCOO
de Extremadura y
Beatriz
Blanco, de la librería
La Industrial. ademas de José Maria Lama, “Historiador,
escritor y empresario, una mezcla heavy”, como
él mismo se denomina, y
autor
de esta, para mí
excelente
presentación. (Paco Naranjo, autor de este blog)
“Quiero
empezar esta breve presentación del libro Los carriles de la vida,
de Paco Naranjo, agradeciendo a Bea y a Sergio que hayan convertido
La Industrial en un espacio más de difusión y diálogo cultural en
Zafra. Gracias a ellos, a la iniciativa de alguna otra librería, y a
la sana competencia entre ambas, Zafra vive una nueva fase de su
historia de promoción cultural.
Hasta
el siglo XIX los lugares donde se hablaba de cultura en Zafra estaban
casi siempre vinculados a la Iglesia. A finales de ese siglo y
comienzos del siguiente se diversificaron los espacios de cultura,
pero, tras el retroceso franquista, volvimos a lo eclesial durante
cuarenta años, salvo por algunas casas particulares ―como la del
doctor Navlet― donde se mantenían tertulias o reuniones en torno a
los libros y a la cultura. A partir del último tercio del siglo
pasado, del siglo XX, comenzó a hablarse de cultura de nuevo en
espacios públicos: en el centro de Educación Permanente de Adultos
―gracias a Benito, a Angelines, a Toni―, en la biblioteca
―gracias a Javier Carretero―, en los colegios, en el instituto
―gracias a Abel Manuel, a Mari Carmen, a Luciano…― en la casa
de la cultura…
Experiencia
de actos culturales en lugares privados ya la teníamos por los
cines, donde a finales de los setenta se celebraban los cine-forum
que organizaba el Centro Cultural “El Castellar” o desde los
ochenta, por el Parador y su magnífica capilla, templo de la cultura
para la gente de Zafra, pero faltaba convertir en espacios culturales
no solo los espacios privados sino los comerciales, y eso viene
haciéndose hace pocos años gracias, como digo, a empresarios como
Bea y Sergio. En esta época de tanto “evento” virtual se
agradece que se amplíe el número de los lugares reales donde nos
podamos ver las caras en torno a los libros. Más aún si, además,
como aquí, también nos rodean.
Nos
hemos reunido para hablar del libro de un sindicalista. Y por tanto
juntamos dos de las preocupaciones que muchos de quienes estamos aquí
tenemos desde siempre: los afanes, las luchas, de la clase
trabajadora y los empeños e ideales ―esa mezcla de belleza y
verdad― del mundo de la cultura y de la literatura. Si a esto
añadimos que el libro de este sindicalista aborda algunos de los
hechos más significativos de nuestra historia política reciente,
disponemos de una buena oportunidad esta noche para ejercer
ciudadanía.
“Vivir
consiste en construir futuros recuerdos”. Esa es la frase de
Ernesto Sábato que Paco coloca al comienzo de este libro y que
expresa bien la voluntad de memoria y de vida que plasma en él. Y es
que estamos ante un libro, en cierto modo, de memorias.
Hace
poco comentaba por escrito la fama que hemos tenido en España de
escribir poco género autobiográfico, pocas memorias. Decía José
Ortega y Gasset que los españoles no escribimos autobiografías
porque concebimos la vida como un permanente dolor de muelas, frente
a otros europeos que sí sienten placer por lo pasado.
El
caso es que, si alguna vez fue cierta esa sospecha, hoy no es más
que un tópico. Tras la muerte de Franco fue notable el incremento
bibliográfico en España de la llamada “literatura del yo”:
autobiografías, memorias, diarios, epistolarios... Ese género exige
libertad, y esa libertad ya se había recobrado, pero también exige
que haya singularidad en lo que se relata. Y la Guerra Civil había
convertido de golpe en dramáticamente singulares las vidas de muchas
personas anónimas. Por eso, muchos españoles, muchas españolas, se
decidieron a contar, como ya habían hecho los exiliados, sus
vivencias personales sobre ese “hachazo histórico” de la guerra
y la posguerra.
Pero
si fue singularmente traumática la pérdida de las libertades por la
guerra y la dictadura, también fue singular, aunque más gozosa, su
recuperación durante la transición. Y esa nueva excepcionalidad en
la historia del país ha sido también caldo de cultivo para el
género autobiográfico.
Sería
prolijo citar nombres, pero los escritores y los políticos han sido
los principales autores de estos textos, aunque el auge de lo
autobiográfico no es atribuible sólo a las celebridades. No es
necesaria la fama o la notoriedad máxima para contar y publicar lo
vivido. Hay mucha memoria ciudadana, mucho modesto relato de
individuos sin notoriedad pública en la última bibliografía
memorística española. Y debería haber más.
Libertad,
singularidad histórica y memoria ciudadana. Esa es la triada que
conforma parte del reciente género autobiográfico español y, sin
duda, es la que sirve para explicar este libro, “Los carriles de la
vida”, de Paco Naranjo, aunque él no sea precisamente un individuo
anónimo.
Paco
Naranjo ha vivido la mayor parte de su vida en Madrid, pero es
natural de Esparragalejo, donde nació hace casi setenta y tres años.
En vez de traerlo la cigüeña en el pico, como nos pasó a todos, a
él lo encontraron -―según le dijeron― debajo de las traviesas
de las vías del tren. Y es que vivió en una familia ferroviaria, se
formó en Mérida como oficial industrial e ingresó a los 18 años
en RENFE, de donde se jubiló hace nueve.
Desde
1976 está vinculado a Comisiones Obreras, donde ha ejercido diversas
funciones como la secretaría del Comité Intercentros de RENFE y la
comunicación del sindicato en el sector ferroviario y en el conjunto
de las Comisiones de Madrid. En la solapa de este libro se enumeran
sus responsabilidades en el ámbito de la comunicación y los nombres
de las publicaciones que ha coordinado: Carril, órgano de
información del sindicato ferroviario; FTC, revista de la Federación
de Transportes y Comunicaciones; Unidad Obrera y Madrid Sindical, de
CCOO de Madrid.
Es,
por tanto, y por este orden, ferroviario, sindicalista y hombre del
mundo de la comunicación. A la comunicación ha dedicado además
algún libro “La comunicación sociolaboral”, con varias
ediciones, creo que la primera del año 2000. También es autor de
“Ronteky, Crónicas desde el gueto”, de 2006, y ha participado de
forma colectiva en otras publicaciones.
Precedidos
de un prólogo de Cristina Almeida y de un preámbulo del propio
autor, el libro “Los carriles de la vida” lo integran 61 textos
que, aunque capítulos en él, fueron concebidos y escritos
diferenciadamente y publicados con anterioridad por separado en el
blog del autor, y aquí se muestran sin orden cronológico.
Los
carriles de la vida de Paco Naranjo se apoyan en personas y en
hechos. Esas son las traviesas de su vida, como las de todos, pero él
las convierte también en traviesas de esta obra. Y es que
contrariamente a lo que podría pensarse en un libro de memorias, la
mayoría de los textos los dedica el autor a otras personas, no a sí
mismo. Paco reconstruye su memoria a través del recuerdo de otros,
de la memoria de los otros, del homenaje a los otros. Es posible que
este rasgo del libro sea deudor de su origen (textos que se han
publicado por primera vez en un blog como homenaje a distintas
personas), pero en cualquier caso es un rasgo de carácter.
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son los textos de este tipo, prácticamente la mitad del libro. De
ellos, un quinto son de personajes públicos de primera notoriedad a
los que Paco ha conocido (como Rafael Alberti, Dolores Ibarruri,
Marcelino Camacho Juan Genovés, Marcos Ana, Antonio Gutiérrez o
Agustín García Calvo) o a quienes, sin conocer, ha admirado (como
Miguel Hernández o Federico García Lorca). El resto son menos
conocidos, aunque la mayoría jugaron un importante papel durante la
transición política o en el sindicato (Pepe Alonso, senador y
sindicalista; Fernando Soto Martín, uno de los obreros detenidos por
el proceso 1001; Pedro Patiño, asesinado por un guardia civil en
1971; el activista vecinal Paco Caño; los sindicalistas Maxi Díaz y
Alfredo García; el abogado laboralista Antonio Montesinos o el
dirigente de Comisiones Obreras Javier Lopez).
Muy
significativas dentro de este grupo son las mujeres: Carmen Rodríguez
Campoamor, compañera de Simón Sánchez Montero; Elvira Sánchez
Llopis, secretaria de mujer de CCOO de Madrid y vicepresidenta de la
Fundación 1º de mayo; la trabajadora ferroviaria María Jesús
Álvarez García; la metalúrgica, sindicalista y periodista Pilar
Blanco Villarroel, a quien dedica dos textos, o Lucrecia Pérez,
víctima en 1992 de un crimen racista, a quien también le escribe
dos de los capítulos de este libro. La relevancia de las mujeres se
enfatiza al dedicarles un capítulo con el título de “Las
costaleras de la democracia”, que simboliza en dos de ellas, en dos
Josefina (Manresa, viuda de Miguel Hernández, y Samper, de Marcelino
Camacho), el papel de las mujeres en la historia reciente del país.
Estos
textos de homenaje y recuerdo a otras personas se cierran con los de
carácter más familiar: Dolores, una corita ―natural del pueblo de
Feria― que fue su suegra; su madre, Catalina, y su padre, Pepe.
Las
traviesas que simbolizan las otras personas se completan, más o
menos mitad y mitad, con las traviesas que marcan los sucesos, los
acontecimientos vividos. También aquí hay acontecimientos
históricos, conocidos, y personales, íntimos, de menor relevancia
pública, pero que marcan igualmente la vida del autor. Entre los
primeros, entre los históricos, el aniversario de la sublevación de
1936, el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, la huelga general
del 14 de diciembre de 1988, los atentados de Atocha del 11 de marzo
de 2004, la acampada en el Paseo de la Castellana en 2013 de los
trabajadores y trabajadoras de SINTEL, los ocho de marzo… El
acontecimiento al que más referencias hay en el libro es el
asesinato de los abogados de Atocha el 24 de enero de 1977. No solo
es que Paco sea actualmente el director de la Fundación Abogados de
Atocha. Es que esos hechos han marcado la memoria de toda la
izquierda española en el último medio siglo.
La
memoria de Paco se enhebra también a partir de sus vivencias en
hechos más personales, relacionados con la infancia, con su familia
o con el trabajo. Y en ellos nos cuenta algunas de sus actividades
sindicales en Comisiones Obreras, la participación en los
desgarradores debates del Partido Comunista a mediados de los ochenta
o la campaña en las Elecciones Europeas de 1987, donde fue candidato
por IU.
Además
de los textos históricos, autobiográficos y de homenaje (que son,
como he dicho, casi todos los del libro), hay unos pocos textos más
literarios. El autor los denomina cuentos. Creo que son tres:
“Vacaciones rotas”, “Dolores se llama Lola” y “A Londres,
pack completo: cuarenta mil pesetas”. En ellos, Paco se convierte
en narrador que deja la primera persona autobiográfica y adopta un
punto de vista más literario, omnisciente, aunque curiosamente sea
para tratar temas cercanos, sociales: el abandono de los animales,
las penurias de los emigrantes o el aborto.
El
libro, que está lleno de las referencias literarias y musicales que
forman el universo de gustos y aficiones del autor (Miguel Hernández,
Lorca, Victor Manuel, Luis Pastor, Lole y Manuel…), se complementa
con un magnífico cuadernillo de 80 fotografías en color que
ilustran algunos de los hechos relatados y las personas mencionadas.
Los
carriles de la vida es una buena muestra de esa literatura
autobiográfica, honesta, modesta y sencilla, de escritura limpia,
casi conversacional, que tan necesaria es para completar, mediante la
intrahistoria, el relato de la historia. Paco Naranjo sitúa en el
preámbulo de este libro una frase de Miguel de Unamuno sobre la
intrahistoria:
“La
historia ―decía Unamuno― es el ruido de las grandes olas de un
océano, su superficie aparatosa y espectacular, mientras que la
Intrahistoria serían las profundas y tranquilas aguas del océano”.
Prefiero
el símil ferroviario. Así, podríamos decir que, si en Los carriles
de la vida las traviesas que unen los raíles han sido ―como
dijimos― las personas conocidas y los hechos vividos, la
intrahistoria es el balasto de la vía, esa grava menuda que sustenta
traviesas y carriles por debajo del ruido de las locomotoras de las
crónicas oficiales”.
Zafra,
13 de abril de 2019, Jose
Maria Lama, historiador y escritor.
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