LEMA DE ESTE BLOG...

LEMA DE ESTA BLOG: ... hay un rayo de sol en la lucha que siempre deja la sombra vencida. (Miguel Hernández)

MAXI: LA LABOR CALLADA DE UN GRAN SINDICALISTA

El sábado 25 de Julio a los 71 años, nos ha dejado el sindicalista Máximo Díaz, Maxi para los compañeros y amigos. Su ultimo adiós se le dado en el tanatorio de Getafe (Madrid), en la mañana del domingo 26 de julio. Maxi fue secretario de Formación Sindical en CCOO de Madrid y presidente de la Comisión de Garantías de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras, entre otras responsabilidades sindicales.

En los últimos años era solo afiliado de base,  pero nunca faltaba a ninguna de las muchas manifestaciones que convocaba su sindicato, acompañado siempre por su inseparable amigo Doroteo Peinado, uno de los cofundadores en 1964 de las comisiones obreras del metal, origen de las comisiones obreras madrileñas.

Conocí a Maxí hace muchos años en la estación de ferrocarril  de Madrid Chamartín en la década de los años 80 del siglo pasado. Acababa yo de intervenir en  una asamblea sobre el Convenio Colectivo de RENFE y vinieron a saludarme él y Feliciano otro compañero del metal. Los dos con sus mochilas a la espalda. Mochilas que le servían para hacer esa gran y poco reconocida labor de activismo sindical para que la democracia real  entre en las pequeñas y medianas empresas.

Después, varios años después, coincidí con Maxi en la ejecutiva regional de CCOO de Madrid, en la que, como decía antes, se responsabilizo de la Formación Sindical, tema por el conocido, ya que venia de esa responsabilidad en la federación del metal. Asumió una labor imprescindible y necesaria, yo creo que una de las mas necesarias de un sindicato, pero también, justo es decirlo, poco reconocida.

De lo que más recuerdo de aquella época era el cuidado y la meticulosidad con que Maxi, prácticamente solo, preparaba las escuelas de verano del sindicato, ese espació de reflexión tan necesario en una organización sindical de clase.

En este tema y con todos mis respetos a los y las anteriores y posteriores responsables de Formación Sindical,  Maxi  realizó una gran labor y para mi fue el mejor que ha pasado por esa responsabilidad en CCOO de Madrid. No porque fuera más listo y capaz, si no por el cariño y  las ganas que le echaba a su trabajo.  El fue el precursor de las escuelas de verano en las comisiones obreras madrileñas, escuela que este año 2015  llega a su 23ª edición.

También conocí su trabajo como  presidente de la Comisión de Garantías Confederal, en unos tiempos difíciles para el interno del sindicato, con José María Fidalgo de secretario general de CCOO, tiempos en los que la organización estaba bastante turbulenta y las impugnaciones estaban a la orden día y esa labor tan difícil de administrar justicia interna la paso con muy buena nota, a pesar de que como digo las reclamaciones le llovían de todos los lugares  y sensibilidades.

Finalizo su ciclo sindical de nuevo en Madrid, concretamente en la Comarca Sur de CCOO, la primera en afiliación de las comarcas madrileñas del sindicato, ejerciendo de responsable de organización  y también a mi entender realizo una encomiable labor. Después por circunstancias que no conozco en profundidad, se fue  a su casa calladamente, tal cual como había sido su vida sindical. Nunca hablo mal de nadie, a pesar de que me consta que paso una fase difícil y triste en su vida de jubilado laboral, pero de su activismo sindical nunca se jubilo, pues como comentaba al principio, ya como afiliado de base, se le veía en la mayoría de las manifestaciones convocadas por su sindicato: CCOO.

Maxi, siempre a la cabeza en las manifestaciones.

Por cierto y dicho sea de paso, ahora que algunos se han despertado y han conocido y puesto de moda la palabra “activista”, decir que Maxi ha sido un ejemplo de ello. Me comentaba un día que comenzó a trabajar con 14 años y ya tuvo la primera muestra de “activismo sindical” antes de cumplir los 18 y a  militar políticamente en el PCE con menos de 20.

En fin Maxi, no se si nuestras queridas comisiones obreras,  tu sindicato,  te va a rendir algún tipo de homenaje en el futuro. Esta claro que hasta ahora no lo ha hecho, pero estés donde estés, que sepas que a mi entender te lo mereces tanto o más que a los que se lo rinden.

Yo por mi parte con este breve articulo, mas que homenaje y recuerdo a su memoria, me gustaría que sirviera para que los sindicalistas actuales y a los trabajadores en general,  se dieran cuenta que los sindicatos de clase existen y han conseguido avances laborales y sociales, gracias a personas como Maxi o como su amigo Doroteo, que sin ser famosos, populares o conocidos,  han dado muchos años de su vida en defensa de los intereses de la clase obrera en tiempos mas difíciles que los actuales.

Descansa en paz compañero  Maxi, tu recuerdo y tu lucha sindical, siempre estarán  con nosotros, tanto en nuestra memoria como en nuestros corazones

RONTEKY
  

  

DOLORES, MUJER DE PUEBLO

Dolores con su marido y sus hijos
en los años 60 del siglo pasado 
(Escribí esta breve cronica en recuerdo de mi suegra  hace ya algo más  20 años. En estas fechas que cumple años mi amor -su hija- quiero recuperarla para adema de dedicársela, dar a conocer de nuevo mis sentimientos y mi homenaje a una mujer pequeña de cuerpo pero grande de corazón y con un enorme coraje en unos años muy difíciles)

Dolores nació en 1913 en un pequeño pueblo blanco de una de las regiones más pobres de España (Extremadura), Feria y aún no había cumplido los 20 años cuando trasladó su vida a la ciudad: Mérida. No sabía ni leer ni escribir, pero en asuntos económicos no la engañaba nadie, a pesar de que hacía la compra no sólo para su familia sino también para el pequeño negocio que tenían.

Pasó la guerra incivil a trancas y barrancas, pero con el negocio familiar consiguió, conjuntamente con su marido, criar a los cuatro hijos que tuvo, e incluso les dio «carrera» a algunos.

La posguerra la pasó escuchando «Lucecita» y otros culebrones de la radio. Cuando vino la televisión tampoco se perdió ninguno de los episodios de «Hombre rico, hombre pobre» a la vez que continuaba trabajando como una «burra» para sacar adelante a sus hijos.

Pequeña, enlutada hasta hace más bien poco -su marido murió en los años 70-, se reía y disfrutaba con las películas de la «camama», como ella decía, refiriéndose a los actores de las películas cómicas españolas: Landa, López Vázquez, Gracita Morales, etcétera.

Recientemente, con más de 80 años, ha dicho adiós,  recordando  su infancia y llamando a su madre, que se quedó en aquel pequeño pueblecito de Extremadura, desde el cual Dolores se fue a la ciudad en los años treinta.

Pueblo de Feria (Badajoz)

Cientos de personas le dieron el último adiós mientras la recordaban con su bastón y sus enormes ganas de vivir y, por qué no decirlo, con su genio endemoniado cuando se enfadaba.

Nunca en la vida ha conseguido ningún premio, no ha salido en la televisión, ni tampoco su nombre ha figurado en letra impresa en los periódicos, pero ha luchado tanto o más que muchas de las personas que salen en los medios de comunicación y después le dan su homenaje.

Desde este rincón quiero dedicar mi particular homenaje con esta crónica a esa mujer de pueblo. Sé que como ella hay miles de mujeres en la geografía española, pero para sus hijos ella era única, la más grande, la más guapa, la más bondadosa. . .

Sirvan estas líneas para darle ese homenaje en letra impresa a esa mujer de pueblo que como otras muchas mujeres  han hecho posible con su sacrificio que muchos hombres y mujeres pudieran estudiar y prepararse para que nuestro país saliera de las negras sombras  de la dictadura franquista hacia la luz de Ia democracia, así como para contribuir en el desarrollo social y económico que en la actualidad vivimos.

!! Descansa en paz, Dolores, mujer de pueblo !!

(Publicado en La Calle de Las Rozas, el 15 de octubre 1994)


Ronteky

EL ABUELO PEPE (MI PADRE) FUE FERROVIARIO

Mi padre, Jose Maria Naranjo, en los años 70 del siglo pasado, ejerciendo de Guardagujas en la estacion de Mérida (Extremadura).

El abuelo Pepe, es decir mi padre, nació un caluroso día del mes de julio de 1913 en un bonito, pequeño y blanco pueblo de Extremadura (Esparragalejo) y murió con 84 años, un frío día de diciembre de 1997 en Mérida, capital de la autonomía extremeña y en tiempo de los romanos, cuando aun se llamaba Emérita Augusta, capital de la antigua Lusitania.

El abuelo Pepe, nos contaba -cuando estábamos alrededor del calor de  la lumbre o en la mesa camilla calentados con el brasero de picón- que en su juventud fue labrador del campo extremeño, en concreto se enorgullecía de haber sido segador con jornada interminable, desde que salía hasta que se ponía el sol. Pero como se le daba  bien cocinar, aprovechaba de esa cualidad para escaquearse y hacer la comida para el conjunto de la cuadrilla de segadores. Prácticamente siempre hacia la misma comida: gazpacho y garbanzos cocidos, con su tocinito y su morcilla.

Pero de lo que más disfrutaba era contando historias de la mili y de su reincorporación a la guerra incivil. Recordad que por aquella época a la que me refiero,  años 50, no teníamos ni TV ni radio. Anécdotas y muchas intrahistorias, que darían para un libro... Así que sólo contare alguna de ellas.

Recuerdo cuando nos contó, y aunque estábamos solos en voz muy baja, que cuando comenzó la guerra en julio de 1936,  las autoridades republicanas de su pueblo pusieron en marcha varios frentes para impedir la entrada del ilegal ejercito franquista que había propiciado el golpe de estado contra un gobierno republicano elegido democráticamente en las urnas.

Conjuntamente con un grupo de jóvenes muy bien pertrechados de armas y víveres se fueron a unos kilómetros del pueblo a defenderse de los golpistas en unas zanjas que hicieron ellos mismos. Varias semanas después cuando ya escaseaban las viandas llego mi abuelo Diego para advertirles que no siguieran allí, que el pueblo hacia días que había sido tomado por las tropas insurrectas que habían entrado en el pueblo por otro lado. Así que volvieron al pueblo y se entregaron al ejército golpista. Los encerraron en una especie de cárcel y al mes los perdonaron si se hacían de los suyos. El cien por cien de los jóvenes lo hizo.  Y así fue como mi padre entro en guerra, primero con los republicanos y después en el ejército mal llamado “NACIONAL”.

En la guerra estuvo en el frente de Navalcarnero, (Madrid),  eso sí, de nuevo sus dotes de buen cocinero le hizo aquí también se escaqueara de coger armas, llevando una guerra especialmente tranquila. Años después, cuando ví la película de Berlanga, “La Vaquilla”, recordé mucho a mi padre.

Mi padre una vez finalizada la guerra volvió a su anterior trabajo, jornalero del campo extremeño. En 1941 ingreso en el ferrocarril, de auxiliar de obrero de vías y obras, con un salario de 7 pesetas diarias. Para hacernos una idea de lo que significada ese sueldo, comentaros que en esas fechas solo un litro de aceite de oliva valía cerca de 7 pesetas. Después de pasar por Mozo de Agujas en la estación de Proserpina termino su vida laboral de Guardagujas en Mérida.

En aquellos años cincuenta, recuerdo cosas tales como que durante muchos días, prácticamente la mitad de cada mes, con la comida de medio día: cocido de garbanzos, teníamos para el almuerzo, la cena y el desayuno. Es decir garbanzos en el almuerzo, sopas de garbanzos por la noche y el tocino para las tostadas del desayuno.

Con mi padre Jose Maria y con mi hermano Juan, en los años 50 del siglo pasado, en la estación de Proserpina.

Por mi parte recuerdo que he vivido muchas historias con mi padre y mi familia en general. Al igual que con sus anécdotas, a mi me pasa igual, tengo tantas que no se cuales contar. A ver si os gustan algunas de es

Como el sueldo era poco teníamos animales: cerdos, una cabra y media docena de gallinas. Con esos animales teníamos huevos, leche y la matanza del cerdo (sacrificábamos  uno y vendíamos el otro para comprar otros dos para el año siguiente).

Con la cabra teníamos leche todos los días. Mi padre la ordeñaba a primera hora de la mañana y sacaba cerca de un litro de leche. Pero de golpe la cabra empezó a dejar de dar leche un día si y otro también y mi padre empezaba a blasfemar de lo lindo, con la ”puta” cabra que no daba leche y ya estaba pensando en matarla para hacer chorizos o lo que sea con ella o venderla pues la cabra venga comer y poco producir.

Y entonces tuvimos que intervenir mi hermano Juan y yo para salvar a la cabra, pues realmente lo que pasaba era que nosotros por la noche, antes de acostarnos nos íbamos al corral de la cabra y directamente desde sus ubres a nuestra boca, la ordeñábamos bien ordeñada y bien que dormíamos hartos de leche calentita y claro por la mañana la pobre cabra no tenia leche. Nuestra confesión salvo a la cabra de una muerte segura. 

Como vivíamos en una estación pequeña, Proserpina, en pleno campo,  bastante alejada de cualquier pueblo, íbamos a la compra cada mes en tren a Mérida o en asno prestado a Esparragalejo.

Sobre el asno, recuerdo que al comienzo del año comprábamos un par de cerditos que a lo largo del  año los  cebábamos para la matanza. Vendíamos uno y el otro nos servia para tener embutidos hasta la siguiente temporada. Cuando íbamos a comprarlos mi padre y yo nos montábamos en el burro los dos pero a la vuelta metía mi padre a los dos cerditos en una parte de las alforjas o el serón que llevamos y a mí en la otra parte para hacer contrapeso y él andando tirando del animal. Era raro el año que yo y los cerditos no salíamos rodando o tenía que gritar cuando estaba a punto de caerme del serón. Las alforjas eran algo más seguras.

Años después, tenia yo entonces 12 años, nos vinimos a vivir a Mérida, con motivo de un ascenso de mi padre, de Mozo de agujas a Guardagujas y recuerdo también muchas anécdotas e historias.

Esta es una que no se me olvidara en la vida: trabajaba mi padre en el turno de mañana en la estación de RENFE. Salía a las dos de la tarde y por tanto debería de estar en casa, mas menos, sobre las dos y media o las tres como mucho. Pues bien eran las tres y media y aun no había llegado, así que ha requerimiento de mi madre nos fuimos mi hermano y yo en busca de mi padre para ver si le había pasado algo.

Hacia un calor de órdago e íbamos mirando por todos los lugares por donde acostumbraba pasar, pues casi siempre se venia andando. A la mitad del camino vimos lo que le había pasado. Su culo se encontraba incrustado en una especie de pozo de cemento del que era incapaz de salir. Entre mi hermano y yo lo sacamos de allí y nos fuimos para casa agarrados del brazo, pues ese día la estabilidad física de mi padre era bastante insegura.

El abuelo Pepe, es decir mi padre, era de los que se bebía una cerveza o un vino pero nada más. Aquel día se había pasado un rato. Esa situación  a ojos de un niño como yo, no habría cumplido los 13 años, me impacto. Seguramente algunas veces habría bebido dos copas o mas, pero nunca se lo note, pero que apenas se pudiera tener en pie fue muy fuerte para mi. Desde entonces cuando veo un borracho, ni me rió ni me enfado, solo me da una enorme lastima y mucha pena.

En fin, en estas fechas que va a cumplirse 102 años de su nacimiento y a 18 de su muerte, me gusta recordar a mi padre con esas ganas de aprender y de que sus hijos fueran algo en la vida, aunque para ello tuviera que trabajar de sol a sol y llevar la cesta de mimbre de ferroviario, casi vacía cuando iba al trabajo y casi siempre llena cuando volvía.

Gracias papa y mama, por lo que nos enseñasteis y los valores que nos transmitisteis. Abuelo Pepe para tus nueras, nietos, nietas  y tus biznietos. Se que estarás por ahí observándonos  y seguro orgulloso de tu familia. Un abrazo  y descansa en paz que siempre estarás con nosotros. Hasta siempre abuelo Pepe. Te queremos!!

Francisco Naranjo Llanos, director Fundacion Abogados de Atocha y sindicalista de CCOO.

P.D.- Este articulo tambien esta publicado en el diario digital Madridiario.es en el apartado de OPINION